top of page

Adicción a la heroína y el perfil del drogodependiente tipo


Importantes diarios llevan años alertando sobre la “nueva” epidemia de heroína, que tanto daño ha causado y que nos dejó un prototipo de drogodependiente. En este sentido, el Informe Mundial Sobre las Drogas de 2018 señala los opiáceos como los responsables del 76% de todas las muertes asociadas al consumo de drogas.


El mismo informe estima en 53 millones el número de consumidores de opiáceos en el mundo. Ello guarda relación con el incremento de la producción de opio en 2017, que alcanzó un incremento del 67% con respecto a 2016. Esto es alarmante, pues solo en 2016 se había incautado una cifra récord de 91 toneladas de heroína.


¿Qué son los opiáceos?

Es el término utilizado para referirse a los alcaloides naturales del opio y sus derivados semisintéticos y sintéticos. De forma general, los opiáceos pueden dividirse en tres grandes clases.


La primera engloba las sustancias producidas con los alcaloides naturales del opio, como la morfina y la codeína. La segunda incluye algunos derivados semisintéticos, como la heroína y la oxicodona. La tercera la componen los derivados completamente sintéticos, como la petidina y la metadona.


Dado que la mayor parte de estas sustancias se utilizan bajo prescripción médica, en este post me centraré solamente en la heroína. Para entender por qué la heroína es la “chica mala” de una familia con gran potencial adictivo, hay que hacer un poco de historia. Una vez más podemos ver cómo, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.


Heroína: de medicina “heroica” a sustancia villana

Esta historia comienza en los laboratorios clínicos, donde se buscaban alternativas farmacológicamente similares a la morfina, pero menos potentes y adictivas. En 1874 se aísla la diacetilmorfina, pero quedó olvidada hasta que, en un laboratorio de Bayer se retomó el trabajo para producir codeína en 1895.


Sin embargo, como si de un comic de Hulk o El Capitán América se tratase, los resultados fueron sorprendentes. El compuesto mismo era más potente que la morfina, entre un 50-100%. En resumen, un medicamento “heroico” y de ahí su nombre comercial.


La diacetilmorfina fue comercializado bajo el nombre de Heroína y salió a la venta a escasos días de sacar al mercado la aspirina, el gran éxito de la firma. El resto es historia, la heroína se convirtió en villana rápidamente.


Sus “fechorías” hicieron que en 1913 la firma suspendiera su producción. Aun así, en muchos países se siguió usando como reemplazo en el tratamiento del paciente drogodependiente con adicción a la morfina o la cocaína hasta 1930. En fin, dejaron al lobo cuidando las ovejas.


Efectos de la heroína sobre el drogodependiente.

Es una sustancia de acción rápida, sus efectos demoran entre 15-30 segundos en llegar al cerebro. Se la considera una droga “dura” por el potencial adictivo que tiene y los daños que provoca en la salud. Es altamente soluble en agua y su modo de aplicación más difundido es el inyectado, aunque puede fumarse o inhalarse.

La dosis media de la sustancia pura es de 5-10 miligramos. La sensación inicial, que ocurre a los pocos segundos, es de calor y analgesia, seguida de euforia y relajación. A esta sensación se la denomina “flash” y suele durar entre 5 y 15 minutos.


Después viene el llamado “flooding”, que es una sensación de “bienestar y plenitud”, acompañado de somnolencia, letargia y enlentecimiento motor, que suele durar entre 4 y 8 horas. Es importante aclarar que, en esta etapa disminuye tanto el nivel de conciencia, como las funciones cardiaca y respiratoria.


En la medida que se gana tolerancia, las dosis pueden subir hasta llegar a cantidades alarmantes: 20-40 miligramos. No existe un tope, la dosis va aumentando hasta que se produce la muerte del adicto; generalmente por la interacción que ocurre entre la depresión respiratoria y el deterioro del estado de conciencia que ocurren durante el “flooding”.


También produce un síntoma de abstinencia muy fuerte que se divide en tres etapas. La primera se caracteriza por lagrimeo, moqueo nasal, bostezos, ansiedad y sudoración. En la segunda aumenta el diámetro del iris (midriasis), aparecen la piel de gallina (piloerección), dolores/contracturas musculares, sudoración excesiva, ansiedad e irritabilidad. En la tercera y última se presentan espasmos musculares, intestinales, vómitos y diarreas, donde muchos consumidores se perciben en riesgo de muerte. Muchos adictos suelen asustarse y buscar ayuda tras pasar esta tercera etapa.


De hecho, su retirada debe ser bajo supervisión médica y con medicamentos de sustitución. Muchos adictos en recuperación, que han pasado su “mono” sin apoyo farmacológico, refieren los síntomas de abstinencia pueden durar entre 8 y 12 días.

El Gollum como perfil de un drogodependiente

Todo ello ilustra el hecho de que la heroína convierte en su esclavo a todo aquel que la consume. Mientras más crónico sea el consumo más rápido llega la abstinencia y con ella, la necesidad de una nueva dosis.


Si tuviera que buscar el perfil de un drogodependiente a la heroína en activo, la imagen que viene a mi mente es la del Gollum. El Gollum es un personaje de la literatura creado por J.R.R. Tolkien en “El Hobbit” y “El Señor de Los Anillos”.


Se trata de un Hobbit que un día encuentra un anillo en el río. Pero no es un anillo cualquiera, sino uno que afecta la mente del que lo posee. Debido a ello Smeágol, que así se llamaba, mata a su primo para no compartir su “tesoro” y pierde toda su vida, familia y amigos.


Termina convertido en una criatura a la que llaman Gollum, por los sonidos que emite con su garganta. Se trata de un ser aislado y famélico que vive oculto en una cueva, totalmente esclavizado por su “tesoro”.


El fin, no creo que Tolkien estuviera pensando en un drogodependiente; in embargo, Andy Serkys (el actor que dio vida al personaje en el cine) sí lo hizo. De hecho, ha declarado que basó su personaje en una combinación del comportamiento de los adictos a la heroína y los gatos.


1970-1990: la gran epidemia

Estados Unidos y los países que en esos momentos conformaban la Unión Europea recibieron el mayor impacto, que duró alrededor de tres décadas. La epidemia fue tan brutal, que se extendió rápidamente entre los jóvenes y llegó a todas las clases sociales. El problema excedía por mucho el consumo, que terminaba con miles de muertes por sobredosis cada año.


Dado que la principal vía de consumo es la inyectada, la transmisión de enfermedades se multiplicaba, generando un sobrecoste para los sistemas de salud. En este sentido, la transmisión de enfermedades infecciosas por el uso de las agujas se disparó y el problema se agravó en los años 80, con la aparición del SIDA.

La delincuencia también se incrementó, los atracos a farmacias, bancos o pequeños comercios estaban a la orden del día. En 1985 el Ministerio del Interior estimó que el 75% de los delitos cometidos en España estaban asociados al tráfico o consumo de drogas. En el caso de los consumidores, se necesitó mucho tiempo para verlos como enfermos que necesitaban tratamiento, en lugar de como delincuentes.


Una carga asociada es la “hipoteca” que se pasó a la siguiente generación. Debido a que muchas madres drogodependientes hicieron su proceso de gestación en activo, comenzaron a observarse cuadros de abstinencia en recién nacidos.

En mayo de 1972, coincidiendo con los inicios de esta epidemia, se publicaba un estudio en el American Journal of Obstetric and Gynecology alertando sobre este problema. Los autores estudiaron embarazadas con adicción a la heroína y tratadas con metadona durante el embarazo. Los resultados revelaron que, de un total de 90 recién nacidos, 72 de ellos mostraron síntomas de abstinencia.

Sin embargo, la abstinencia no es ni por mucho el único problema. Un estudio publicado en julio de 1982 en Neurobehavioral Toxicology and Teratology, reportó mayor impulsividad y problemas de atención en preescolares cuyas madres consumieron heroína o metadona durante el embarazo. También se observó que los bebés nacían antes, con menor talla y peso, según un estudio publicado en febrero de 1990 en The Journal of Reproductive Medicine.


A ciencia cierta, no se sabe si el miedo al contagio de muchas enfermedades infecciosas o que la cocaína se pusiera de moda, hizo que inyectarse heroína dejara de “molar” entre las nuevas generaciones. Quisiera pensar que fue por el aumento de la conciencia social sobre el tema, pero que el descenso del consumo de heroína coincidiera con el inicio de la epidemia del crack, me hace ser cauto.


La epidemia no ha vuelto, porque nuca se fue

Desde hace algunos años la prensa refiere una “vuelta” de la heroína, por su reaparición con fuerza en los Estados Unidos durante esta última década. Sin embargo, algunas voces dicen que nunca se fue. Un artículo de la BBC del 7 de febrero de 2017 aporta datos que apoyan esta idea.


De acuerdo con el reporte, en Estados Unidos las muertes por sobredosis entre 2000 y 2010 aumentaron un 50%, el número de usuarios entre 2007-2012 aumentó un 80% y se cuadruplicó el número de decomisos en la frontera con México. Quizás el problema no es que haya “vuelto”, sino que ha vuelto a afectar al drogodependiente de clase media-alta.


El 90% de los consumidores actuales en los Estados Unidos son blancos, de clase media o media-alta. Se ha llegado a argumentar que, simplemente ha vuelto a llamar la atención, debido a la asequibilidad de esta sustancia, por la reducción de su precio. Todo ello unido a los mayores controles para acceder a los opiáceos de prescripción médica.


Los datos mundiales son claros al respecto, la epidemia no desapareció, sino que se cebó con otras regiones. Entre 1990-2010 el consumo creció un 74% debido a la drástica caída del precio. En esta etapa, el mayor por ciento de la producción de heroína se consumía en Asia y África.


Por su parte, si bien en Europa se ha incrementado la oferta, el número de consumidores no ha aumentado de forma significativa. Lo que sí ha cambiado es el perfil del “nuevo yonki”, como se define a este drogodependiente en un artículo publicado en El País, el 5 de junio de 2016. Ahora hablamos de jóvenes que la fuman, en lugar de inyectársela, para compensar los efectos de otras drogas estimulantes como la cocaína.


Algunos artículos de la prensa española argumentan que, la ausencia del incremento del consumo de heroína viene dada por la llegada del fentanilo, 50 veces más potente. El fentanilo llega a España con el precedente de haber sido el responsable de la muerte de Prince, junto con la de otras 5 mil personas en los Estados Unidos, en apenas 4 años.


A modo de conclusión

Puede afirmarse que la epidemia de la heroína nunca se ha ido. El número de drogodependientes se mantiene estable en Europa y ha llegado con fuerza a otras regiones del mundo. Solamente ha sido silenciado por el “ruido” que hacen otras drogas como la cocaína y el hachís.


Lo que sí ha cambiado es su modo de consumo en los jóvenes, que prefieren fumarla. También ha perdido algo de protagonismo en Europa. En fin, la heroína sigue siendo el gran problema que siempre fue, destruyendo vidas y almas, por lo que no debemos subestimarla.


¡Feliz semana!


3 visualizaciones0 comentarios
bottom of page