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¿La práctica compulsiva de ejercicio físico puede ser una adicción?

Actualizado: 5 sept 2023


Pensemos, por ejemplo, en una persona que comienza a practicar ejercicio de forma sistemática para mejorar su estado de salud y/o apariencia física. Esto es muy recomendable, dado los efectos positivos que tienen tanto la actividad física como el ejercicio sobre la salud física y mental.


Tanto la actividad física como el ejercicio constituyen un factor protector para el manejo de numerosas enfermedades crónicas, la obesidad o el estrés, por solo citar algunos ejemplos. Como ocurre en nuestra relación con casi todas las cosas, el ejercicio físico resulta positivo en su justa medida. Un estudio realizado con más de un millón de personas nos ayuda a estimarla.


Por ejemplo, tres sesiones de 45 minutos de deportes de equipo, carreras, bici, ir al gimnasio, nadar o caminar, reducen a más de la mitad el reporte de “días malos” que experimenta una persona a lo largo de un mes, cuando se compara con el de aquellos que no lo practican. Igualmente, puede reducir entre el 12% y el 22% la carga asociada a los problemas de salud mental.


Si tuviera que sugerir una pauta saludable para la práctica de ejercicio físico basado en el citado estudio, diría que tres o cuatro sesiones a la semana (45 minutos cada sesión) deberían ser suficientes. Aunque estas cifras pueden variar en dependencia de la edad, los problemas de salud o el entrenamiento deportivo.


Debido a ello, resulta cuanto menos curioso, hablar de la práctica sistemática del ejercicio físico como un problema. Sin embargo, ello ocurre cuando la actividad se convierte en un fin en sí mismo y reemplaza otras actividades importantes de la vida cotidiana.


La pasión por el deporte: impulso y compulsión.


Este efecto positivo global que tiene el ejercicio puede hacer que muchas personas incorporen lo incorporen a su estilo de vida como un fin en sí mismo. Son muchas las personas que se apasionan con la práctica de algún tipo de ejercicio físico.


El problema es que la pasión tiene dos caras una armoniosa y una obsesiva. Puede decirse que la pasión armoniosa está relacionada con las consecuencias positivas del ejercicio físico y lo contrario para la pasión obsesiva.


Un estudio, publicado en el International Journal of Exercise Science, reveló que son precisamente aquellas personas que se apasionan de forma obsesiva con el ejercicio físico, los que más riesgo tienen de desarrollar un patrón de dependencia.


En otro estudio que tenía como objetivos la validación de un corto inventario de adicción al ejercicio se observaron dos dimensiones.


La primera dimensión agrupaba los elementos generales de la práctica sistemática del ejercicio físico: 1) el ejercicio como actividad más importante; 2) uso para regular emociones; 3) incremento en frecuencia e intensidad con la que se practica (tolerancia); 4) irritabilidad cuando no puede realizar la actividad y 5) dificultades para reducir su práctica o dejarla durante un tiempo. Por su parte, la segunda se focalizaba en los conflictos que la misma genera en las relaciones interpersonales.


Ambas dimensiones se relacionaron con problemas de alimentación, impulsividad y la compulsión. Sin embargo, se observaron diferencias interesantes para la impulsividad. Mientras la búsqueda de sensaciones se relacionaba con los factores generales de la adicción al ejercicio físico, el impulso y regulación emocional estaban ligados a las dificultades en las relaciones interpersonales.


De forma general, puede decirse que la dificultad para controlar el impulso de hacer ejercicio se manifiesta de forma más evidente en aquellas personas con problemas emocionales. La compulsión quedaba explicada por la alta perseverancia observada en estas personas.


Por otro lado, solamente la dimensión de los conflictos en las relaciones fue el que se relacionó negativamente con la calidad de vida. Este resultado, además de sus implicaciones obvias, posee otra arista de análisis que puede pasar desapercibida. Parece sugerir que las otras dificultades reflejadas en la primera dimensión pueden pasar desapercibidas.


Por ejemplo, recuerdo una persona que llamó al centro buscando información, asistía dos sesiones diarias de gimnasio (más de 2h cada una), que no era capaz de interrumpir o reducir. Su pareja había roto la relación debido a esta conducta y le instó a buscar ayuda. Aun así, solo reconocía el problema con su pareja, pero no el patrón de dependencia al ejercicio.


¿Cuáles son los criterios para determinar si hay un problema?


Una revisión de 34 estudios de diversos países reconoce que se considera población en riesgo entre el 3-7% de las personas que practican ejercicios de forma sistemática y entre el 6-9% de los deportistas. La adicción al ejercicio debe ser entendida como un continuo entre una práctica saludable y la dependencia.


Para ello me apoyaré en las cuatro fases que se ofrecen en una revisión sobre el tema:


  • Fase 1 o práctica saludable: el ejercicio se practica simplemente por su carácter placentero y beneficioso para la salud

  • Fase 2 o ejercicio de riesgo: el sujeto percibe al ejercicio como fin en sí mismo y pueden aparecer efectos emocionales indeseados si se interrumpe su práctica.

  • Fase 3 o ejercicio problemático: la vida diaria comienza a organizarse alrededor del ejercicio. Su práctica se realiza de una forma cada vez más rígida, comienzan las dificultades para reducir su práctica y aparecen los primeros conflictos interpersonales.

  • Fase cuatro o adicción al ejercicio: la frecuencia e intensidad de la práctica se incrementan hasta convertirse en principio de vida. Los trastornos del comportamiento se tornan evidentes.


Existen mecanismos fisiológicos y psicológicos que pueden explicar la adicción al ejercicio físico. Dentro de los mecanismos fisiológicos se encuentra la sensación de euforia que se experimenta, relacionada con una disminución de la unión de opioides endógenos en distintas áreas corticales y la activación paralela del sistema endocannabinoide con el ejercicio aeróbico.


Tampoco pude dejarse de lado el rol de las catecolaminas, por su efecto directo sobre el sistema de recompensa. También se han observado bajos niveles de leptina en sangre en personas con un patrón de adicción al ejercicio.


Por su parte, el mecanismo psicológico principal pue de ser la sobredimensión y racionalización del ejercicio como único medio para afrontar el estrés y la gestión de las emociones. Al ser el recurso principal para potenciar estados de ánimo positivos y reducir los negativos, al suspenderse pueden aparecer los síntomas de abstinencia debido a la irrupción de los estados de ánimo negativos.


Tocando fondo.


Para muchas adicciones tocar fondo es un momento o estado que indica un nivel de sufrimiento que resulta mayor a los beneficios que reporta el consumo. Es una sensación de “esto es demasiado, no puedo más”, que hace que el adicto se motive a pedir ayuda. A veces con la adicción al ejercicio uno se pregunta dónde puede estar ese fondo, cuando la actividad no se percibe como un problema.


Pongamos de ejemplo el caso de Joanna, una chica de 25 años que se dio cuenta que tenía problemas con el deporte que practicaba: el Jiu-Jitsu. Reporta que entrenaba un mínimo de seis horas por día, durante la mañana y la tarde. Si perdía una sesión de entrenamiento, la compensaba durante la siguiente sesión y había comenzado a nadar durante su hora de comida. Refería sentirse irritable cuando no podía acudir a entrenar.


Joanna tenía problema con los estudios, había suspendido algunas asignaturas por no encontrar tiempo y tampoco podía mantener un trabajo a tiempo parcial, con el que sostener sus gastos. También su pareja había decidido terminar la relación por causa del tiempo que dedicaba al deporte.


Ella se sentía cada vez más sola, aislada y sin poder parar. Intentó bajar la intensidad o asistir a menos competencias, pero la sensación de malestar era tan grande que no podía mantener esas metas.


Tocó fondo cuando se dio cuenta que necesitaba ayuda al no tiempo para mantener un trabajo y sentirse que no podía parar, aunque se lo hubiese propuesto. Joanna también necesitó apoyo farmacológico para manejar la ansiedad que la abstinencia le generaba.


Sin lugar a duda, aunque no sea una enfermedad reconocida, la adicción a la práctica del ejercicio físico no es un problema menor. Causa daño en la salud, las relaciones, el trabajo o los estudios y abre la puerta al consumo de estimulantes y se relaciona con otros trastornos psicopatológicos, como los trastornos de la alimentación. Espero que este post sirva para que muchas personas ganen conciencia del problema.


¡Feliz semana!

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