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El uso de las drogas en la Guerra

Actualizado: 28 mar 2022




Resulta difícil no pensar en la guerra en los días que corren. Hoy (el momento que escribo) hace precisamente un mes que ha comenzado una injusta, desigual y cruel guerra en Europa. Una potencia nuclear como lo es Rusia, con el segundo mayor ejército del mundo, ha invadido Ucrania. Una nación que resiste con gran entereza, dignidad y valentía.


No sé por qué, pero recordé un capítulo de “La Rueda del Tiempo”, una serie que no hace mucho se estrenó en Amazon. En dicho capítulo se contaba la historia de un valiente pueblo que decidió enfrentar a un ejército que parecía invencible y lo superaba con creces. Contaba la narradora que los pueblos ricos de los alrededores les prometieron que irían en su ayuda si lograban resistir durante tres días.


Me permitiré destripar el final, dado que es una trama que no guarda relación con la serie, sino una corta historia dentro un capítulo. Pues bien, este heroico pueblo resistió no tres, sino más de siete días hasta que se dio cuenta que nadie iría en su ayuda y aun así, siguieron peleando hasta el final.


En esta historia, estos valientes terminan aplastados tras resistir sin ayuda más de lo que nadie podía esperar. Por supuesto, sus ricos vecinos también terminan pagando de una forma u otra su falta de ayuda directa.


Sinceramente, deseo con todas mis fuerzas que el final de esta guerra sea muy diferente. Hay demasiado en juego para permanecer impasibles. Aunque tengo muchas opiniones sobre este asunto, no guardan relación con este Blog. Sin embargo, me ha servido de inspiración para hacer una búsqueda sobre las drogas, las adicciones y la guerra.


Aunque cuando se escriben estos términos de búsqueda, Google suele llevarnos a reseñas de la “guerra contra las drogas”, escarbando concienzudamente encontré lo que estaba buscando. El tema da para mucho y en el post de hoy me limitaré a abordar el uso de las drogas en las guerras.


Atrapados en el Infierno

La guerra convierte la vida de las personas corrientes en un infierno de la noche a la mañana. Baste ver las imágenes dantescas de las ciudades ucranianas, donde el ejemplo extremo de Mariúpol muestra a cientos de miles de personas atrapadas en un mar de devastación.


Las imágenes que hemos visto de los bombardeos a Hospitales Maternos o Infantiles y sus terribles consecuencias nos han dejado sin aliento a personas que estamos a cientos o miles de kilómetros. Pero de ninguna forma lo podemos sentir cómo lo pueden estar viviendo aquellos que se encuentran atrapados allí.


A esto hay que sumar el horror que vive un soldado en el frente de batalla. La certidumbre de la propia muerte o ver morir a los compañeros, entre otras situaciones innombrables. Da igual que sean soldados profesionales o gente corriente a la que no le quedó otra opción que dar ese paso.


Hay una frase que leí en algún sitio que ilustra el sinsentido de la guerra. Dice algo como “la guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan por culpa de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.


¿Cómo se puede sobrellevar todo este sinsentido en el día a día? ¿Cómo mitigar el dolor de una pérdida o ganar coraje para enfrentar situaciones límite, cuyas consecuencias nos perseguirán el resto de nuestra vida?


Por supuesto, muchos encontrarán ese valor o consuelo en el alcohol o las drogas. No son pocos los estudios sobre el consumo de drogas en supervivientes o los veteranos de guerra. Sin embargo, en este post me gustaría remitirme a algunos ejemplos del libro Las Drogas En La Guerra.


El autosacrificio de los soldados

Se afirma que la guerra es el rito colectivo definitivo. Un soldado debe estar preparado para el autosacrificio, aun cuando esto va totalmente en contra de su instinto básico de supervivencia.


Un soldado debe estar preparado morir en nombre de un algo que es superior a sí mismo y lo trasciende. Por ejemplo, la defensa de su sociedad y sus valores. Tristemente, no siempre son ideales nobles o loables, pero cumplen estos requisitos de igual forma.


En el libro que cito se describe la historia de las drogas “prescritas” a los soldados por parte de sus superiores para azuzarlos durante la batalla y ayudar a relajarse a los que sobreviven una vez concluida. También se abordan el consumo individual no prescrito de las mismas, que tiene los mismos fines.


A los soldados se les ha asignado raciones de diarias de vino, wiski, ron o vodka, dependiendo del país o la época en que nos situemos. Los estimulantes como la cocaína, las anfetaminas o el alcohol en pequeñas cantidades, han sido utilizados para mejorar la eficacia combativa de los soldados.


Por ejemplo, muchos de los más legendarios, feroces y despiadados guerreros vikingos podrían haber ido a la batalla bajo los efectos de un tipo de hongo con propiedades estupefacientes. La percepción de los cronistas de la época era que parecían “invulnerables a los golpes del enemigo y casi insensibles a las heridas”.


El efecto de mascar la hoja de coca en los Incas fue documentado por el propio Francisco Pizarro. Los mensajeros del imperio podían recorrer 240 km en un solo día sin visibles señales de fatiga, a una altura de más 3000 metros sobre el nivel del mar. Más adelante fue usada generosamente por los ejércitos de Perú y Bolivia en el siglo XIX.


Por otro lado, los sedantes como el opio (y sus derivados), la marihuana, los barbitúricos o el alcohol en grandes cantidades son ejemplos de los “recursos” que se usan después del combate para mitigar el trauma.


La primera referencia a los efectos de láudano en la antigua Grecia se encuentra en las obras de Homero, aunque no se le denominaba así en ese entonces. También ha sido documentada la sustitución de las raciones de alcohol por hachís, durante la campaña de Napoleón en Egipto. No tardaron los comandantes en notar los problemas asociados a este reemplazo que, entre otras cosas, minaba la moral combativa de las tropas.


Las drogas como arma contra el enemigo

Según este autor, los fines del uso de las drogas en la guerra también pueden convertirlas en “armas” para minar la moral y la predisposición combativa de las fuerzas enemigas. También se han utilizado para paralizar temporalmente a la población civil.


Un ejemplo de esto ocurrió durante la Guerra Fría donde, se buscaban armas psico-químicas no letales. Aunque refiere que esto tiene una larga historia que se remonta a los experimentos de los chamanes con las “plantas mágicas”.


De hecho, se explica que fomentar el consumo de drogas en una región determinada, puede ser considerado como una forma de ataque a una sociedad enemiga. El razonamiento dicta que el incremento de las adicciones es una forma de debilitar el tejido social.


Quizás las Guerras del Opio, ocurridas entre Gran Bretaña y China en el siglo XIX puedan ser citadas como un ejemplo de ello. Básicamente se libraron para imponer el libre comercio de esta droga en China.


Las acciones del Imperio Británico no solo impusieron una dominación económica despiadada, sino que muchos académicos también sostienen que estaban orientadas a debilitar a la sociedad china. Por ejemplo, el 90% de las tropas del ejército imperial de China lo consumían de forma regular.


Como puede verse, las drogas tienen muchos usos en las guerras y creo que es importante entender las connotaciones que esto tiene. Aunque no dejan de ser datos interesantes, estoy seguro de que da para pensar.


A los que quieran profundizar más en este asunto les invito a leer el libro que me ha servido de referencia. Ahí podrán encontrar estos detalles más desarrollados, así como otros ejemplos más recientes.


¡Feliz semana!

Boris C. Rodríguez Martín PhD.



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