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Diario de un adicto en recuperación (II)


El más no siempre suma. No en un adicto como yo. No cuando se trata de más copas. Más dosis. Más dinero tirado. Más tiempo perdido en un after tratando de esconderme de la vida.


El más no suma cuando no hay límite. Cuando uno es insaciable sólo quiere más… y es un más eterno. Un más que asfixia porque nunca se da por vencido. Es como un trozo de metal incandescente clavado en lo más profundo del alma, que abrasa, y que no se apaga por mucho agua que se le eche encima. Una resaca interminable, ése es el más del adicto. Un círculo vicioso que se torna espiral porque se hace más grande a cada vuelta que da. Sin límite. Sin piedad.


Pero no sólo tras las drogas, el alcohol y las apuestas se esconden los peligros del más. Cualquier pensamiento obsesivo puede alimentar la sed insaciable del adicto, despertando un patrón tóxico. Horas que se tornan días de trabajo interminable aún siguen pidiendo más. Sesiones maratonianas de gimnasio y músculos que no se ven crecer nunca lo suficiente. Aumentos de sueldo que nunca cumplen expectativas. Multa tras multa la velocidad máxima siempre podría ser mayor. Más horas delante del televisor. Más partidas a los videojuegos.


Más consultas compulsivas al correo electrónico. Más llamadas de teléfono. El más siempre se repite, no importa con qué.


Por eso son tan importantes para mí los límites. Por eso tengo que ponérselos a todo de antemano. Obligarme a cumplirlos y recordarme a mí mismo lo que me pasa cuando me los salto. Porque como adicto las sobredosis pueden ser de horas en el sofá, helados, películas o páginas web.


Y hasta aquí he llegado por hoy. El próximo día… más.

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