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Comportamiento antisocial, violencia y consumo de alcohol y drogas




Peleas callejeras en los botellones, una brutal paliza a un policía en un autobús en Zaragoza o embestir coches y personas en aparcamientos han sido algunas de las noticias que señalan diversos espacios informativos este lunes 18 de octubre de 2021. Debo decir que no son muy diferentes a las de otros episodios de violencia y vandalismo que matizan regularmente los informativos.


Ciertamente existen muchos factores psicosociales que pueden explicar este sistemático y creciente desafío a la autoridad y las normas. Sin embargo, dado que el contexto donde surgen muchos de estos altercados se relaciona con el consumo de alcohol y drogas, en este post me gustaría centrarme en la violencia que es detonada por estas causas, sin pretender ir más allá.


Son numerosos los estudios que analizan la relación entre el comportamiento antisocial, la violencia y el consumo de alcohol y otras drogas. Debo volver a enfatizar que no toda conducta antisocial deriva del consumo de sustancias, así que como no todo el consume alcohol y drogas manifiesta comportamientos antisociales.


No obstante, si nos enfocamos en los elementos de personalidad que matizan ambos problemas encontraremos muchas similitudes. Desinhibición e impulsividad, dificultades con el autocontrol o para respetar las reglas y límites externos o la búsqueda de sensaciones y estímulos novedosos pueden ser algunos ejemplos.


Algunas de estas características señaladas se manifiestan como disposiciones temperamentales, fácilmente observable en el comportamiento de muchos niños. Tampoco es una maldición, pues con la guía, educación y estimulación correctas, muchos de estos niños se convertirán en adultos inquietos, pero muy productivos y creativos. Sin embargo, otro camino bien diferente se sigue si el alcohol o las drogas se convierten en compañeros de viaje.


Comportamiento antisocial en los adolescentes y consumo de drogas

Un ejemplo de esta relación la podemos encontrar en un estudio, publicado en 2002 en Addictive Behaviors. Fue un estudio longitudinal realizado en Islandia, que siguió el consumo diario de tabaco, alcohol y otras drogas (hachís y anfetaminas) de más de 1000 adolescentes desde los 14 hasta los 17 años. Los autores pretendían analizar la relación entre el comportamiento antisocial de los adolescentes y el consumo de estas sustancias.


En primer lugar, los resultados revelaron algo que puede ser de sentido común. Los que consumían sustancias a los 14 años mostraron un incremento del consumo y comportamientos antisociales a los 17.


No obstante, el resultado más interesante se observó en un subgrupo que mostraba rasgos de personalidad antisocial a los 14 pero no consumía sustancias a esa edad. Pues bien, a los 17 muchos de estos jóvenes mostraban un patrón de consumo de riesgo. En el caso del alcohol este patrón tendía a incrementarse si los padres del adolescente en cuestión bebían.


Otro tema que se reporta en las noticias es el incremento de las agresiones sexuales. Una revisión de 35 estudios mostró que el abuso en las citas entre adolescentes (sobre todo hacia las chicas) se relacionaba (entre otros factores) con la desinhibición provocada por el consumo excesivo de alcohol y drogas por parte de los chicos.


También el consumo de alcohol y otras drogas incrementa la posibilidad de que muchos adolescentes y jóvenes porten o usen distintos tipos de armas. Por ejemplo, los datos de una encuesta realizada en 2019 a casi 15000 adolescentes entre 14 y 18 años en los Estados Unidos revelaron que aquellos que comenzaban a beber a la edad de 13 años tenían mayor probabilidad de portar armas. No es este un problema menor en este país, pues casi el 15% de los encuestados reconocieron haber portado un arma en los últimos 30 días.

Estudios en España

Obviamente este es un tema que preocupa (y mucho) a los investigadores españoles. Tomo como ejemplo un estudio publicado en 2012 en el International Journal of Psychological Reserach, que analizó los factores que protección y de riesgo que matizaban la relación entre el consumo de alcohol y drogas y el comportamiento antisocial en una muestra de 2500 adolescentes en España, con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años.


Los resultados revelaron que la relación entre el consumo de drogas y la conducta antisocial es un péndulo que oscila en ambas direcciones. Existen varios factores de riesgo que son comunes para ambos problemas como la facilidad de acceso a las drogas, la permisividad familiar, la presión de los iguales o los conflictos familiares.


Otro estudio más reciente sobre el tema, publicado en esta ocasión en el Acta Colombiana de Psicología en 2018, analizaba otras dimensiones de esta relación entre la conducta antisocial y el consumo de drogas en más de 200 adolescentes españoles. De hecho, los resultados revelaron que las variables que mejor predicen la conducta antisocial en los adolescentes estudiados surgen de la combinación entre el consumo de alcohol y la impulsividad cognitiva.


¿Padres permisivos e indulgentes?

Un razonamiento simple diría que estamos siendo demasiado permisivos e indulgentes con nuestros hijos, que quizás debamos criarles con mano dura. ¿Es esto cierto? ¿La permisividad y la indulgencia de los padres fomenta las conductas antisociales y de riesgo en los hijos? ¿Estamos criando niños con tendencias antisociales?


Para responder a estas preguntas vuelvo a auxiliarme de un estudio, llevado a cabo con casi 500 jóvenes españoles. Los resultados fueron publicados en el Journal of Interpersonal Violence. No se observó que este estilo educativo fuera un problema, salvo para aquellas personas que presentaban rasgos de personalidad antisocial. De hecho, solo un estilo parental indulgente se relacionó con un mejor ajuste emocional en los jóvenes que no presentaban indicadores de un estilo antisocial de personalidad.


La familia es un eslabón fundamental, pero no puede cargar con todo el peso. Es en este punto donde el entorno social donde se desarrolla el menor puede inclinar la balanza en una u otra dirección. Veamos a continuación el rol protector que puede jugar un enfoque preventivo de intervención comunitaria.


Prevenir es mejor que curar: el enfoque comunitario

En mucho de mis posts para la Clínica Recal uso mucho la frase que encabeza este epígrafe porque encierra una máxima que no podemos perder. Prevenir es mucho más efectivo y barato. ¿Qué es mejor construir un muro con una señal de alerta en el borde de un precipicio o un hospital en el fondo para atender a la gente que se cae? Esta es una interesante pregunta que he escuchado a muchos epidemiólogos al enfatizar en la utilidad de las estrategias preventivas.


En el área de las adicciones podemos ver estrategias preventivas bastante eficientes a nivel comunitario. La efectividad de algunas de ellas ha podido ser constatadas a nivel de ensayo clínico. Un ejemplo puede ser el de las comunidades que asisten (atienden, preocupan, ocupan o brindan apoyo, como mejor queráis traducirlo del término Communities That Care).


En mayo de 2018 se publicaba en el American Journal of Public Heatlth un estudio sobre la efectividad de este modelo para prevenir conductas de riesgo y promover un desarrollo saludable. En este caso el estudio comenzó en la adolescencia temprana de los participantes con un seguimiento hasta los 21 años. Los datos se recompilaron durante 10 años, de 2004-2014 y el estudio incluyó casi 4500 participantes de diferentes comunidades y estados de los Estados Unidos.


Visto en perspectiva, los resultados fueron muy alentadores. Al llegar a la edad adulta los participantes muchos participantes habían podido evitar el inicio del consumo de drogas y otras conductas de riesgo.


Por ejemplo, el programa incrementó la probabilidad de decir no al inicio del consumo de drogas en casi un 50%, de evitar conductas antisociales en un 18% y un 11% de evitar el uso de la violencia. En el caso de los participantes masculinos los resultados también fueron muy positivos para el consumo de tabaco y marihuana.

Quizás deberíamos dotar de mayores recursos y agentes de cambio a las comunidades para lidiar con este problema. Implementar programas preventivos a nivel comunitario nos podría ahorrar muchos dolores de cabeza.


¡Feliz semana!












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