top of page

Adicción a benzodiacepinas y otros fármacos de prescripción médica


El abuso de benzodiacepinas y otros medicamentos recetados se está convirtiendo en un importante problema de salud. Ello ocurre cuando un medicamento se toma con fines diferentes, a aquellos para lo que fue prescrito, o en mayor cantidad y/o frecuencia. El paciente puede exagerar sus síntomas, e incluso inventárselos, para obtener la anhelada receta, aunque muchas personas los adquieren en el mercado negro.

El inicio puede ser variado, un ejemplo puede ser la recomendación de una píldora para dormir mejor o aliviar el dolor. Otro punto de partida es percibir que un medicamento, además de la acción para la que fue prescrito, reduce el apetito e incrementa el rendimiento.

Los medicamentos recetados de los que se abusa con mayor frecuencia suelen ser los analgésicos opioides, sedantes, ansiolíticos y estimulantes. Dentro de ellos, destaca el abuso de las benzodiacepinas, como veremos más adelante.

Según el National Institute on Drug Abuse (NIDA), en los Estados Unidos se calcula que 52 millones de personas ha realizado un uso de medicamentos prescritos por razones no médicas, al menos una vez en su vida y que el 14% podría presentar criterios de abuso o dependencia.

En España, según el Informe de 2018 del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), los medicamentos de abuso más consumidos (con o sin receta) son los hipnosedantes, tranquilizantes y somníferos.

Opioides

Como ya adelantaba en post dedicado a la adicción a la heroína, esta es una familia con gran potencial adictivo. Son medicamentos con gran efecto sobre el dolor. Aunque se usan indistintamente, los términos opioide y opiáceo tienen significados diferentes. El primero, se utiliza para designar aquellas sustancias endógenas o exógenas, con efecto análogo a la morfina que poseen una actividad intrínseca. Por su parte, el término opiáceo se refiere al origen de la sustancia con respecto al opio.

No todos los opiáceos son opioides, y viceversa. Un ejemplo de ello es la papaverina, que es un derivado del opio con efecto espasmolítico (sin actividad opioide intrínseca). En este post nos referimos a los opioides.

Dentro de los opioides destacan los medicamentos que contienen morfina, codeína, oxicodona (OxyContin), hidrocodona (Vicodin), hidromorfona (Dilaudid) y propoxifeno (Darvon), por solo citar algunos. Casos aparte son los potentes derivados de la morfina que se utilizan como anestésicos durante la cirugía, como el Fentanilo (50 veces más potente que la heroína).

Especial cuidado habría que tener con el Tramadol, con bajo precio, menos regulaciones para su prescripción y que está causando estragos en África y Oriente Medio. En Europa aun no es un gran problema, pero un estudio publicado en marzo de 2014 el Journal of Forensic and Legal Medicine nos alerta sobre su influencia letal y “silenciosa”. Los resultados mostraron que, en Irlanda del Norte, las muertes por sobredosis de Tramadol habían aumentado del 9-41%, en el período comprendido entre 1996 a 2012.

Según el NIDA, en 2007 el número de muertes por sobredosis de opioides de prescripción superó a todas las registrada por sobredosis de heroína y cocaína. Como ya describía al referirme a la heroína, la muerte se produce por la combinación de una disminución de la función respiratoria y el nivel de conciencia. Un ejemplo de ello es el Fentanilo, que se ha hecho tristemente famoso a raíz de la muerte de Prince. Solamente el uso no médico de este medicamento ha sido el responsable de la muerte de 5 mil personas en los Estados Unidos en los últimos 4 años.

Un problema añadido, es que hay presencia de opioides (dextrometorfano) en los jarabes para la tos, que se venden sin receta médica. La misma fuente refiere que el 2010 alrededor del 7% de todos los estudiantes de instituto lo habían usado para drogarse, mayormente buscando efectos disociativos o experiencias extracorporales.

Sedantes y Ansiolíticos: el caso de las benzodiacepinas

Son depresores del Sistema Nervioso Central y se usan para disminuir la actividad cerebral. Suelen ser medicamentos muy útiles para combatir los trastornos de ansiedad y del sueño. Dentro de este grupo se encuentran las benzodiacepinas (Ej. Orfidal, Tranxilium, Lexatín, Valium, Trankimazin), los medicamentos para dormir no benzodiacepínicos (Ej. Zolpidem, Sonata) y los barbiúricos (Ej. Fenobarbital).

Dentro de la población, según el informe del OEDA de 2018 las bezodiacepinas suelen de los sedantes que más se abusa. Los datos revelan que suelen adquirirse sin receta médica y que este consumo se inicia sobre los 14 años. Se estima que el 2,5% de la población española podría presentar un consumo problemático de hipnosedantes. El Informe Mundial sobre drogas de 2018 señala que son los principales medicamentos de abuso en 60 países.

El 15% de los encuestados declararon haberlos consumido en los últimos 12 meses y el 11% los adquirió sin receta médica. Se observan también diferencias de género, con un mayor porcentaje para las mujeres. Aunque se observa un incremento del consumo después de los 35 años para ambos sexos, las tendencias son opuestas después de los 55 años: tiende a disminuir en los hombres y a aumentar entre las mujeres.

Otra área que destaca como riesgo es el estado civil del consumidor. Alrededor de la mitad son personas casadas, que conviven con su pareja e hijos. También se observa una gran cantidad de consumidores en individuos con nivel secundario de educación, que tienen empleo o están en paro, habiendo trabajado antes.

También en esta categoría podrían destacar algunos antihistamínicos con acción sobre el sueño, que los adolescentes suelen combinar con alcohol. Estos no suelen requerir prescripción médica.

Por último, con efecto sedante también se encuentran los antipsicóticos. En esta categoría se habla de los típicos, también los denominados sedantes pesados y los atípicos.

Estimulantes

Son medicamentos prescritos para aumentar el estado de alerta, la atención y la energía. Tienen efecto sobre la presión arterial, la frecuencia cardíaca y respiratoria. Históricamente han sido utilizados para tratar problemas respiratorios o la obesidad, pero pronto se buscaron otras variantes, por el abuso que muchos pacientes hacían de los mismos. En la actualidad, tratar el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad o, la narcolepsia o la depresión son las áreas donde tienen mayor aplicación.

Dentro de los estimulantes más usados está el metilfenidato (Concerta, Ritalin,), las anfetaminas (Aderall o Aderall XR) o la fluoxetina (Prozac), por solo citar algunos ejemplos. Las ventas de estos medicamentos se contabilizan por miles de millones de euros.

Los consumidores los adquieren para doparse. En muchos casos aumentar el rendimiento y la resistencia a la fatiga. También son medicamentos de abuso en las dietas extremas por su efecto sobre el control del apetito. No solo los atltetas lo usan para incrementar su rendimiento deportivo, o perder peso para una competencia. También muchas personas con un patrón compulsivo de práctica de ejercicio físico, u otros con trastornos de alimentación.

Otra área donde se utilizan es la escolar. Muchos estudiantes los ingieren para incrementar el rendimiento, pues pueden pasar horas estudiando (concentrados y sin dormir). Como el chico o la chica sale bien en los exámenes, y los padres le ve estudiando hasta tarde, estos casos suelen pasar desapercibidos. El informe del NIDA refleja que los jóvenes que abusan de los estimulantes tienen mayor probabilidad de engancharse posteriormente a otras drogas.

En España tomando los datos del OEDA de 2018, el 27% de los estudiantes entre 14 y 18 años los ha utilizado alguna vez sin receta médica. Es más común que los usen los chicos (30%) que las chicas (25%). También resulta preocupante el hecho de que la media tiende a incrementarse con la edad, pasando de un 21% de consumidores a los 14 años, hasta un 36% a los 18 años.

El problema es que los adolescentes suelen conseguirlos a través de un familiar o amigo (7%), venta sin receta médica en las farmacias (3%) o directamente usando un camello (2%). En este sentido valdría la pena hacer una mención a las bebidas energéticas, a las que he dedicado otro post, pues son consumidas por el 83% de los encuestados.

Prevenir y reconocer este patrón de consumo

La prevención de este patrón de consumo no prescrito de medicamentos implica, además de controles sanitarios (para que médicos y farmacéuticos puedan realizar un seguimiento de las prescripciones), la educación de la sociedad a todos los niveles. En este sentido, la familia como grupo primario de apoyo necesita estar informados sobre los medicamentos con potencial adictivo y las señales de alarma que pueden ayudar a identificar a los miembros con problemas.

Como ocurre con cualquier otra droga, el abuso o dependencia a medicamentos tiene un grupo de indicadores diagnósticos claros. Usualmente se pasan por alto, porque se trata de “medicinas que se compran en la farmacia”.

En este sentido, la persona pasa más tiempo tratando de conseguir el medicamento y se preocupa cuando se le está terminando. Comienzan las quejas porque la dosis no hace el mismo efecto y necesita más. También ocurren “extravíos” que hacen necesarias más visitas al médico. Los pacientes llegan incluso a visitar a varios profesionales para conseguir más recetas.

Por supuesto, existen soluciones para este problema, pues el tratamiento se enfoca como cualquier adicción. El principal problema es que el paciente venza la negación y se identifique como adicto.

A modo de conclusión

El abuso de medicamentos es una “epidemia silenciosa” en nuestra sociedad.

Destacan el abuso de opioides, sedantes y ansiolíticos o estimulantes.

Es preocupante el consumo de sedantes y ansiolíticos, en especial las benzodiacepinas.

41 visualizaciones0 comentarios
bottom of page