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Adicciones y deportes extremos




Cuando se habla de los deportes extremos los medios siempre hacen referencia a muchos de sus practicantes como “adictos a la adrenalina”. No olvidemos que la práctica compulsiva que muchas personas hacen de distintas actividades deportivas, actualmente se estudia bajo los criterios de adicción al ejercicio físico, dentro de las llamadas adicciones comportamentales.


Son numerosos los deportes extremos y los siguientes destacan por su peligrosidad: salto BASE; montañismo; rápel; skateboarding, rafting; motocross; parapente y parkour. Estas personas persisten en practicarlos, a pesar de las consecuencias adversas que pueden acarrearles, donde en no pocas ocasiones encuentran severas lesiones o incluso la muerte. Son actividades que producen una gran estimulación del sistema de recompensa.


De manera similar a las adicciones, muchos de estos deportistas describen lo que sienten como “un subidón” y experimentan cuadros de abstinencia cuando no pueden practicar su deporte. Pueden sentirse empoderados, invencibles, excitados y enfocados, como señala un estudio al que haré referencia más adelante. Suele ser frecuente que muchos describan su relación con estos deportes “como si fuera una adicción”.


También se pueden establecer criterios de tolerancia, pues necesitan mayores desafíos, lo que usualmente implica un mayor nivel de riesgo, para lograr el efecto deseado. Para muchos se convierte en un medio de vida y el tiempo que le dedican interfiere con muchas de sus actividades. Por último, la familia puede llegar a aceptarlo, pero también se preocupa y sufre con cada desafío.


Muchos especialistas han sugerido que cualquier conducta con la capacidad de generar una gran recompensa a corto plazo, puede convertirse en una adicción. De hecho, algunas investigaciones sugieren muchas similitudes entre las personas que padecen adicciones a sustancias y los practicantes de deportes extremos. Algunos ejemplos de estas semejanzas pueden ser una elevada impulsividad y búsqueda de sensaciones.


En fin, no puedo evitar pensar en el tema y me surgen algunas preguntas. ¿Es correcto pensar en la práctica de deportes extremos como una adicción? ¿se experimenta la abstinencia de forma similar a las adicciones? ¿Puede ser una pauta funcional para personas con un grupo determinado de rasgos de personalidad?


Una vez, más apoyaré mis análisis en los resultados de las investigaciones científicas que encuentre en mis búsquedas.


Abstinencia a la escalada: criterios de adicción y abstinencia

Son tantos los deportes extremos y de tan diversas características que las investigaciones deben centrarse en uno. Por tanto, sus resultados muestran evidencia para una modalidad específica pero no debemos caer en la tentación de generalizarlos a todas.


Por ejemplo, en junio de 2016 se publicó en el Journal of Behavioral Addictions los resultados de una investigación para explorar los estados de abstinencia en deportistas extremos que practican la escalada (rock climbers). Los investigadores evaluaron dividieron la pequeña muestra en cuatro que tenían altas habilidades y otros cuatro con una habilidad considerada como promedio.


Usando un análisis de contenido, se pudo determinar que los tres componentes de la abstinencia evaluados estaban presentes en estas personas: anhedonia (desmotivación, pérdida del interés y la motivación); cravings (tirones) y malestar emocional. Los dos últimos eran mucho más elevados en aquellos con mayores habilidades y que, por supuesto, se enfrentaban a mayores desafíos corriendo mayores riesgos.


Se observó que faltar a las sesiones de entrenamiento o pasar varios días sin escalar generaba mayor ansias e impulsos por retomar la actividad. “Terminas por escalar cualquier cosa en la que puedas poner los dedos”.


La siguiente frase, que fue dicha por un escalador con altas habilidades, muestra cómo priorizan esta actividad sobre otras: “…no dejaría que otras cosas se interpusieran en el camino de la escalada, no hay excusas”. Otro lo compara al ansia de los fumadores de “ese primer cigarrillo por la mañana”.


Otro elemento es que cuando no están entrenando o escalando están viendo posts, revistas o vídeos sobre el tema. Los escaladores con mayores habilidades refieren que solo con ver estos materiales se sienten motivados e inspirados: “la adrenalina fluye”. Los ven a diario o casi a diario. Es una diferencia con sus contrapartes con una habilidad promedio, que los ven de forma irregular o solo cuando están aburridos.


En relación con el malestar emocional, las sensaciones más frecuentes fueron “miserable”, “agitado”, “frustrado”, “enfadado” o “irascible”. La mayoría reporta practicar la escalada para lidiar con este tipo de estados emocionales negativos. Por tanto, no resulta raro que los experimenten cuando llevan varios días sin entrenar o están lesionados.


Los niveles de anhedonia eran similares en ambos grupos. Algunas frases como “escalar es tan placentero que resulta difícil encontrar algo que pueda reemplazarlo”, “nada es comparable a la experiencia de escalar” o “el resto de las cosas no son tan excitantes” dejan bien claro a qué me refiero.


Otra categoría de análisis surgida de estos reportes es que la escalada se ha convertido en una actividad que aumenta su nivel de disfrute. Esto puede operar como un elemento de desensibilización sobre otras actividades placenteras de la vida cotidiana, pero menos excitantes.


Los investigadores encontraron estos resultados consistentes, de forma general, con la presentación de criterios de abstinencia en los estudios sobre adicciones tanto a sustancias como a comportamientos.


¿Quiere decir esto que debemos desaconsejar este tipo de prácticas deportivas? ¿Cómo deben ser interpretados estos hallazgos? ¿Puede ser un tipo de actividad funcional para determinados rasgos de personalidad?


¿El deporte correcto para la persona adecuada?

Los investigadores del estudio terminan esbozando una interesante conclusión. Dado que 1) existen similitudes entre la abstinencia a las drogas y la que experimentan los practicantes de deportes extremos y 2) rasgos de personalidad similares para ambos, resulta razonable sugerir la inclusión de la práctica de determinados deportes extremos en los programas de tratamiento de adicciones.


Es posible que el elemento de riesgo y la excitación fisiológica creados por la participación en deportes extremos puedan satisfacer los altos niveles de búsqueda de sensaciones que se encuentran típicamente en los consumidores de drogas y reemplazar la estimulación previamente buscada por el uso de drogas. En fin, que la práctica de deportes extremos podría ser un efectivo modo de gestión de emociones para muchos adictos en recuperación.


Dice el programa de los 12 Pasos que no se debe sustituir una adicción por otra sustancia o comportamiento adictivo. Quizás no sea una opción muy recomendable desde este punto de vista.


Sin embargo, a muchos adolescentes y jóvenes les cuesta conectar con el programa de los 12 Pasos y resulta un reto que se mantengan en recuperación luego de terminar un tratamiento residencial, tema que abordé en un post anterior. Muchos perciben el programa como “algo aburrido”, “para personas mayores” o “deberes que hacer en casa”.


No digo que los centros de recuperación para jóvenes deban tener entrenadores de salto BASE, pero quizás algunas clases de monopatín no vendrían mal. Quizás les ayude a encontrar una actividad que les permita liberar adrenalina mientras conectan con los principios espirituales del programa.


Algún paciente joven que hemos tenido ha comenzado a practicar parkour y reportar que le ayuda en su recuperación. El principal riesgo que hemos encontrado en este contexto es que puedan relacionarse con otros practicantes que consuman y ello se convierta en un detonante.


Promoción de valores y estilos de afrontamiento más funcionales

El problema de realizar un análisis de los deportes extremos centrados solamente en el riesgo que corren sus practicantes sin analizar otras dimensiones es un sesgo que no me puedo permitir. En la práctica deportiva se promueven cualidades muy positivas como la disciplinal, la voluntad, el compañerismo, el respeto, entre otros.


Como se ha dicho, puede ser una práctica muy funcional para personas con determinados rasgos de personalidad como la impulsividad y búsqueda de sensaciones. Puede ser una útil herramienta para gestionar las emociones negativas, sobre todo para muchos jóvenes que han desarrollado una adicción o se encuentran en riesgo.


Un estudio exploratorio publicado en 2019 en Frontiers in Psychology ofrece una perspectiva de análisis muy interesante. Sus hallazgos sugieren que la participación en deportes extremos, aunque intrínsecamente riesgosa, tiene beneficios psicológicos que van desde evocar emociones positivas, desarrollar resiliencia y habilidades para afrontar la vida, hasta cultivar una fuerte afinidad y conexión con la naturaleza y el entorno natural. Creo que vale la pena reflexionar sobre estos temas.


¡Feliz semana!


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